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lunes, 19 de agosto de 2013

"STALKERS", LOS VOYERISTAS DE INTERNET

Espiar a compañeros o a desconocidos en redes sociales, la obsesión de muchos 'cibercuriosos'. Averiguar la mayor cantidad de datos posibles sobre una persona que nos quieren presentar, repasar los últimos trinos del jefe, chequear el muro de Facebook de la pareja para ver quién le ha escrito, seguirle la pista a una exnovia...


“Investigo a los chicos que me interesan o que me quieren presentar. Averiguo todo sobre ellos, tanto que después, cuando los conozco en persona, sé lo que me están contando y tengo que disimular”, confiesa Micaela, una locutora de 26 años.Hoy en día, todos espiamos y somos espiados en Internet, con datos que nosotros mismos damos a conocer en nuestros perfiles. El nombre en inglés de esta práctica es stalking (traduce algo así como acechar o seguir los pasos), y la mayoría de los usuarios de redes sociales ha incurrido en ella.

Elena, socióloga de 29, también se adelanta a lo espontáneo del encuentro: “Si me quieren presentar a alguien, lo ‘facebookeo’. Y ahí empiezan las deducciones sobre dónde vive, a qué se dedica, etc. Con esos datos me hago una idea de la persona, antes de iniciar un vínculo”.

Aunque para muchos esta práctica está muy ligada al ciberacoso –y en ocasiones se presta para ello–, el experto en seguridad informática Daniel Monastersky explica que este fisgoneo virtual no constituye un delito. “Son rastreos que técnicamente se conocen como open source intelligence (búsqueda en fuentes abiertas), lo que significa que se recolectan datos que los usuarios han compartido voluntariamente”, aclara. Y aunque es muy probable que se trate de información sesgada, ya que los datos a los que accedemos corresponden a la imagen que la persona ‘investigada’ quiere dar de sí misma, por una extraña razón, todos sucumbimos a la tentación.

¿Por qué fisgoneamos?

La explicación, según el psicoanalista Ricardo Rubinstein, es que “la proliferación de las redes sociales ha exacerbado no solo el placer de exhibirnos, sino también el de mirar sin ser vistos”.

“Antes de irme a dormir hago un repaso de gente que no veo hace mucho. Por ejemplo, de las compañeras del colegio; miro si están casadas, si tienen hijos o si están gordas”, confiesa Carla, consultora, de 31 años.

En otros casos, el espía hurga en la vida de personas con las que tiene un vínculo afectivo o amoroso, “y ahí lo que se juega es la necesidad de control, motivada básicamente por situaciones de celos e inseguridad”.

Es el caso de Valentina, publicista, de 30 años: “Una vez por semana entro al muro de Facebook de mi novio y a su timeline, en Twitter. No busco algo en particular, solo me fijo que no haya nada sospechoso. Al ser pública, siento que tengo derecho a acceder a su información”.
Dentro del abanico de stalkers están también los que lo hacen por razones profesionales. “Cuando me dicen el nombre de un cliente nuevo, lo busco en redes, para saber con qué me voy a encontrar. Esto me ayuda a empatizar y me da un poco de ventaja sobre él”, explica Carla, la consultora.

Pero sea por motivos personales o profesionales, la existencia de los stalkers pone sobre el tapete un tema del que a veces no somos plenamente conscientes: el gran volumen de información sobre nosotros que circula en la red. “No basta con restringir la información de Facebook a nuestros conocidos ya que, una vez digitalizados, estos datos circulan con facilidad –explica Beatriz Busaniche, miembro de Vía Libre, una fundación que defiende los derechos de los cibernautas en Argentina–. Muchas veces negociamos, sin saberlo, nuestra intimidad”.

¿Cuándo es una práctica peligrosa?

Aunque no tiene nada de malo curiosear en los perfiles públicos de amigos o, incluso, de desconocidos, cuando esta práctica se vuelve compulsiva puede llegar a convertirse incluso en acoso virtual.
“Este tipo de ‘stalkers’ son personas para las que es imposible vivir sin saber todo del otro, en todo momento: qué hace, qué dice, a quién ve, con quién se relaciona. Hay una especie de apoderarse virtualmente del otro”, explica la psicóloga Cristina Bango. “Por lo general, estos ‘stalkers’ siempre están comentando o haciendo clic en me gusta en las publicaciones del otro, incluso en fotos viejas que ni siquiera el usuario recuerda haber publicado”, señala Guadalupe López, coautora del libro ‘Facebook es el mensaje’.








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