¿Por qué entonces, genera tantas suspicacias? Al igual que otros cultivos genéticamente modificados (GMO), el arroz dorado está siendo probado en cuanto a toxinas y probabilidad de afectar a otras especies endémicas de cultivos, especialmente en Filipinas, donde su cultivo está siendo analizado por el gobierno.
A diferencia de otros GMOs, el arroz dorado no fue registrado como marca de ninguna compañía, como ocurre con las variedades de GMO producidas por Monsanto; aunque esta variedad de arroz haya sido creada por el Instituto Internacional de Investigación del Arroz (una organización no lucrativa), el líder del proyecto es Gerard Barry, quien consolidó su carrera científica a las órdenes de Monsanto.
¿Es este antecedente suficientemente fuerte para desacreditar al arroz dorado como fuente de vitamina A, cuya carencia provoca ceguera en aproximadamente un millón de niños en el mundo cada año? Precisamente por este supuesto potencial, el biólogo filipino Michael Purugganam ha defendido públicamente este GMO, afirmando que “los genes insertados [en el arroz dorado] para hacer la vitamina [A] no son de cualquier material raro, sino que también se encuentran en el calabacín, las zanahorias y los melones.”
A decir del doctor Purugganam, en Occidente los GMO se están satanizando innecesariamente a causa de “una falta de entendimiento de cuán desesperada es la situación en los países en desarrollo.” Sin embargo, otras voces como la del activista hindú Vandana Shiva afirman que el arroz dorado es un “caballo de Troya”, cuyo verdadero propósito es ganar apoyo público para la causa de los GMO, cuyo principal beneficiario serían las corporaciones multinacionales y no los granjeros pobres del tercer mundo.
La fundación Bill y Melinda Gates son fuertes promotores del arroz dorado, e impulsan actualmente su introducción en el África subsahariana.
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