«Nos han manipulado, no nos han dejado pensar. Todos se han lavado la cara con nuestras lágrimas». El autor de esta carta es un vecino de Angrois
Llega Rajoy y Ana Pastor, ni siquiera nos saludan. Luego
Rubalcaba y otros, lo mismo. El alcalde nos convoca, por fin nos felicita. «No
somos héroes, no queremos nada más de lo que ya estábamos demandando». Llegan
los primos psicólogos. Un periódico nos concede el premio Gallegos del Año.
Siguen los micrófonos acechando, los teléfonos sonando sin parar. «Ven a Madrid,
a Barcelona, al programa de fulanito, te pagamos el viaje. El Facebook y la
página web de Angrois se bloquean, como nosotros. Hay que ir al Ayuntamiento
corriendo: vienen sus altezas los príncipes de Asturias, hay que estar a las
6.30 para recibirlos sonrientes, como así hicimos. Tras ellos, Feijoo,
ministros, altos mandatarios. «Para lo que haga falta llámame, mi secretaria te
da mi teléfono». Más micrófonos.
La policía judicial se lleva a los vecinos que socorrieron al
maquinista para que declaren. El Ayuntamiento se reúne en pleno, nos concede la
medalla de oro de Santiago. Un malagueño recoge firmas para nominarlos al
príncipe de Asturias. Viene el alcalde, nos comunica el premio. «Gracias, pero
no queremos nada». La concejala aprovecha para que le contemos y enseñemos lo
que desde hace un año entró por el registro del ayuntamiento. «Hay que hacer
algo que conmemore esto». «Por favor, no nos levanten un cementerio». Más
micrófonos, más llamadas insistentes, primero elogian, luego piden que concedas
una entrevista para un programa basura. Vienen los técnicos del Ayuntamiento,
recorremos con ellos toda la aldea, recordándoles lo que ya pedimos y no
leyeron. Levantan informes que se serán estudiados. Otro telefonazo, viene el
ministro del Interior «¿y qué pintamos nosotros con él?». Viene, ni nos mira.
Pero le paramos y le pedimos que rinda homenaje al jefe de caballería de
Santiago, que se lanzó a las vías como desde un trampolín y nadó contracorriente
toda la noche del 24. Toman nota, dicen. Funeral por las víctimas en la
catedral, con tres horas de antelación la Xunta nos ofrece autobuses. Corremos
para avisar a todos. Nos colocan los últimos. Don Julián Barrio pregona el
descanso y la paz eterna. Eso es lo queremos nosotros también. Un familiar le
niega la mano a los príncipes, «Vdes. no me representan». Esa sí que es una
heroína. En el Obradoiro les aplauden generosamente. En la aldea nos esperan más
micrófonos, cordones policiales, trasiego de maquinaria infernal. «Por aquí no
se puede pasar», «Pero si vivo ahí? tengo que ir mañana a trabajar». Más rodeos,
más llamadas durante la noche de insomnio. Saltándose los controles, comienzan a
aparecer flores en el puente. En YouTube a un vecino le llaman hijoputa, cabrón,
sinvergüenza, por haber grabado un vídeo y haber gritado fuera de sí ante el
espanto. Se lo ha regalado a los medios de comunicación de todo el mundo. «No
hagas caso -le consuelan sus vecinos-, nosotros sabemos lo que hiciste esa
noche». Vamos cayendo, más psicólogos. Don José, nuestro cura, nos visita, nos
alienta, programa una concentración en el Obradoiro saliendo desde Angrois.
Llaman del hospital, van a devolvernos las mantas con que arropamos a los
muertos. «Por Dios -grita un vecino-, ¿quién se va a arropar con ellas?».
Acordamos que las donen a un centro de asistencia social cercano.
Más micrófonos, ya invadiendo huertas, casas, ventanas. El
Sindicado Unificado de la Policía Nacional quiere rendirnos homenaje. «Gracias,
pero sin vosotros no hubiéramos hecho nada». «Hay compañeros que se tocaron los
cojones», responden. Aceptamos, no podemos ser desagradecidos. Nos llegan miles
de mensajes y cartas de todo el mundo llamándonos ángeles. Los periodistas
rascan en el pasado, el movimiento vecinal en contra del AVE, las promesas del
ministro José Blanco, la aldea desgajada durante tres años, las casas
derribadas, los terrenos expropiados, las duras negociaciones para levantar las
actas, el pago a 3 euros el metro cuadrado por la finca que dio de comer a los
abuelos, el no haber visto un duro desde entonces, el aplomo de Isabel Pardo de
Vega, jefe de Obras, asegurándonos que en dos meses levantaba el nuevo puente de
la Vía de la Plata. Tardó dos años. «Queremos un falso túnel», le demandamos.
«No da la altura», responde. Lo hizo un poco más allá, en Castiñeiriño, más
bajo, pero residencia de la hija del concejal Bernardino Rama. Bonitos jardines.
Para nosotros, unos bancos y unos rododendros que se agostan por la maleza, a
pesar de nuestros mimos. «Tenéis que asistir al homenaje de Bonaval», nos dicen
desde el Parlamento. «Pero si tenemos la concentración en el Obradoiro». Nos
dividimos. El presidente de la asociación de vecinos y el secretario aguardan
consolando a la jefa de protocolo de la Xunta, rota en sollozos. Suben al
estrado conmocionados por la Negra sombra de Rosalía. «En Angrois nos cogeremos
del brazo y despacio, poco a poco, andaremos juntos hacia adelante», dice el
primero. El otro recita a Valente y se derrumba. Le rodean decenas de trajes
negros.
«Lo que quieras, lo que nos pidas, llámame». «Solo quiero
descansar, que me dejen llorar». Un músico de la Real Filarmonía de Galicia le
aconseja que les mande a la mierda, que los vecinos de Angrois también están
heridos y necesitan ser respetados. El chico asiente.
En el Obradoiro nuestro cura se aparta, deja el protagonismo a un
compañero suyo. Otra vez los malditos micrófonos y cámaras. «Pero qué coño
quieren que les digamos ya? ¿una mentira?». En Angrois los operarios son
incapaces de sacar las locomotoras. El insolente tren que ya circula por una vía
libre tiene la desfachatez de cruzar haciendo sonar el estremecedor silbato.
Otra noche de insomnio, la séptima. Culpan al maquinista y un vecino acierta
«Nos vendieron una Harley y resultó ser una Vespino». Los altos jefazos del ADIF
por fin dan la cara ante el pueblo. «Disculpad por no haber hablado antes con
vosotros, pensábamos que érais un Ayuntamiento propio». Sonreímos ante su propia
contradicción. Levantan acta de daños en viviendas, bienes públicos, pero no de
daños personales. El operativo de emergencias del 112 para atender a los vecinos
se cierra. «Acudid a urgencias». Citas para el otoño a los que cada día van
cayendo. Se levantan las murallas. Decenas de familiares y curiosos invaden
todo.
Cruces, recordatorios, flores, esquelas, incluso un artista graba
en el hormigón con caligrafía esmerada un agradecimiento. Continúan los sabuesos
reporteros grabando, pretendiendo ahora reflejar la vida cotidiana en Angrois.
Se les cierran todas las bocas y puertas porque esa vida ya no existe. La
policía nos rinde un sencillo pero sincero homenaje, de cinco minutos. Les
aplaudimos a rabiar. Los de traje y corbata se despiden. «Ahora me voy de
vacaciones, pero ya sabéis dónde estoy». Por fin nos quedamos solos. Llovizna.
Nos miramos unos a otros con ojos enrojecidos y ojeras descomunales.
El autor de esta carta es un vecino de Angrois
FUENTE:
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2013/08/03/angrois-pienses-actua/0003_201308G3P6991.htm
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